n castellano, tullido. Alguna vez he contado que al escribir el libro ‘Este es mi cuerpo’ incluí la parte ‘Taras’ para acompañar la queja de la madre de un compañero de mi sobrino Daniel, ambos con parálisis cerebral, respecto a los ojos que en la calle señalan con torpeza.
Expuse poéticamente los fallos internos de mi cuerpo para incidir en que somos muchos más quienes vivimos con problemas orgánicos que no se ven, pero están, que aquellos a quienes identificamos simplistamente como discapacitados. Mi alien de la migraña me incapacita bastante.
Todos tendremos una discapacidad, si vivimos lo suficiente. Lo recuerda Robert McRuer en su libro ‘Teoría crip’, recién traducido al castellano (Kaótica Libros). Es más, creo que debemos decir que, aunque sea en un rango leve, todos vivimos periódicamente formas de discapacidad, durante las cuales podemos sentirnos fuera y deshabilitados. Si la fragilidad y la imperfección son percibidas, sobre todo, como problema a superar, y no como valores compartidos en uno u otro grado, es a causa de la perversión histórica de una sociedad construida sobre parámetros de mera capacidad (productividad), contrarios al hecho mismo de la naturaleza y vida humanas. Ningún cuerpo es irrompible ni inmutable, y la aspiración filosófica a la belleza fue hace tiempo secuestrada por baratas convenciones comerciales, cuya tiranía bien conocemos especialmente las mujeres. Asumirnos como diversamente tullidos es quizás la mayor revolución inclusiva pendiente.
Luisa Miñana es narradora y poeta