De los 96.000 autónomos que hay de alta en la Comunidad aragonesa, más de 12.000 tienen entre 60 y 64 años. Y cercano ya el momento jubilarse, buscan un relevo generacional que dé continuidad a sus comercios y negocios, muchos de ellos tradicionales. Trabajos que, en muchas ocasiones, ya no están de moda o no son atractivos para los nuevos emprendedores. Además, para que algún interesado se pueda decantar por el traspaso, necesita disponer de los fondos necesarios. Son algunas de las claves por las que el relevo en los negocios a veces no sea tan fácil de conseguir.
Rosa Casals es uno de los nombres propios que ejemplifica esta circunstancia. Han pasado 32 años desde que abrió su tienda de regalos en la capital aragonesa, ahora transformada en un estudio de decoración. El 22 de diciembre será el último día que atienda a sus clientes. Una decisión que tomó hablando con su marido: "Desde luego, me ha dado y me está dando pena, porque para mí ha sido un disfrute total el venir a trabajar", asegura emocionada.
En cuestión de días a ella le tocará comenzar una nueva etapa. También a José, Paco y Miguel Ángel, tres amigos y propietarios de una de las ferreterías con más historia de Zaragoza. Llevan 50 años al frente de su negocio en la calle Méndez Núñez en un establecimiento que lleva abierto un siglo. 30.000 referencias en sus estanterías, productos exclusivos (como herraduras), muchas experiencias acumuladas y cientos de clientes que se han convertido en fieles a esta tienda. Motivos de mucho peso para no dejar que baje su persiana de manera definitiva. Con la mirada perdida y los ojos en un claro viaje al pasado, recuerdan que la ferretería "ha sido nuestra casa durante mucho tiempo".
Otro ejemplo es el de Juan Labastida, propietario de una joyería y que asume que las materias primas con las que trabajan han subido mucho de precio. Especialmente, teniendo en cuenta que se trata de un perfil alto de complementos. Los tiempos cambian y las prioridades de consumo son muy diferentes al momento en el que su negocio abrió sus puertas: "Cuando yo empecé con mis padres, todos compraban joyería en cantidades ingentes. Sin embargo, hoy en día llevas móviles, haces viajes y eso lo estamos notando". Él forma parte de una segunda generación de joyeros que, día y noche, siguen luchando porque su local siga abierto.
Tres de los rostros que conforman una realidad que viven más de 12.000 autónomos alrededor de toda la comunidad. Un problema en el que la culpa es soltera y que, a pesar de la nostalgia que suponen la historia y el servicio que han ofrecido estos negocios, supondrá un punto final irrevocable para muchos de ellos.